15/3/12

El correlato del hecho artístico: las emociones y los prejuicios


Uno puede refunfuñar constantemente de la correlación del hecho artístico y la realidad que refieren sus letras.
Uno puede refunfuñar a veces y otras no. O simplemente uno puede directamente no refunfuñar del hecho artístico como correlato de la realidad que describe y tomarlo aisladamente como tal en base al puro sentimiento generado.
Al fin y al cabo alguna vez leí que a la obra de arte la culmina el observador (oyente, lector, etc.) ya que la ambigüedad del mensaje metafórico es en ocasiones extremadamente subjetivo desde su emisor hasta su receptor.

Sabido es que Calle13 no es un grupo revolucionario pese a cantar sus verdades que según ellos dicen molestar a los peces gordos... El hecho de cantar que Adidas no los usa pero ellos sí usan Adidas es la publicidad más grande que las tres tiras pudieran haber recibido de un grupo que se mueve en el estilo urbano que la marca tanto ha desarrollado en los últimos años. O verlo con Fandiño en lugar de que alguna chola del altiplano para construir la Latinoamérica que tanto pregonan. Pero debo admitir, la banda me gusta, son algo desfachatados y eso está bien.

El tema quizás radique en tomar a la obra de arte en su espacio íntimo sabiendo de las contradicciones del mensaje, haciendo una buena lectura de ello al tiempo que nos dejamos llevar por su atmósfera.


Asistir al show más grande de mi vida (y de la de muchos) que quizás sea irrepetible por la combinación de factores únicos entre significantes y significados, puesta, tamaño, mensaje, visual, tecnología, sonido, experiencia puede transformarse en un hecho artístico impermeable en sí, irrefutable o bien dejarse salpicar por la lectura desde el afuera de la realidad que dice contar. Nacida como una obra introspectiva en la problemática del músico y su relación cuasi fachista con el público, el muro, la negación, la industria, los vestigios de las guerras nefastas... si leemos hoy la puesta magnífica contradice el mensaje, y si acaso ahondamos en los cuestionamientos quizás algún camión de la maldita Mercedes Benz haya llevado parte del material y escenario, con gasoil cargado en una maldita Shell. O el hecho de que una gigantografía de The Wall sea pantalla de un Banco, oxímoron, gran oxímoron. Así y todo el hecho artístico es conmovedor.

Otro ejemplo sería el de ayer, cuando mi hijo se acercó y cantó “tirate qué, tirate un paso”
Mi cara quedó desencajada ya que en casa no escuchamos eso porque sospecho es producto de una mente comercial con un mensaje pedorro que ensucia las mentes de sus oyentes, pero a un enano de cuatro años que podemos exigirle en cuanto al hecho artístico? En casa hay libros, pinturas, discos, instrumentos, recitales, danza, creatividad y sin embargo el eligió “tirarse un paso”.

Refunfuñadores abstenerse: terminé versionando al reggae la canción con mi guitarra criolla caminando por toda la casa y disfrutando las variaciones rítmicas, gestos y pasos que mi hijo hacía.

Hoy, rumbo la jardín, desde el asiento de atrás me dijo “Papá, subí esa canción que me gusta”. En el estereo sonaba la versión remasterizada en 2011 de Any colour you like - Dark side of the moon. Giré la perilla y sonreí. En silencio escuchamos.

Y allí la pregunta retoma su senda: es posible analizar el hecho artístico en su correlato con la realidad o debe ser asistido como una conexión sensorial generador de emociones y sentimientos a veces inexplicables o carentes de razones lógicas?

Allí quedará la eterna duda que nuestro cuerpo responderá según se mueva, se aquiete, baile, llore, encrispe sus pelos, cierre los ojos hacia la eternidad de una poesía o se cosquillee la columna vertebral con la secuencia de algunos acordes mágicos.

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