18/9/11

Transparencias

Terminé de almorzar unas sabrosas empanadas tucumanas o salteñas (nunca comprendí del todo la diferencia) bien fritadas en aceite (no por lo bueno sino por lo mucho). El cartón de la bandeja para llevar se tiñó hasta transparentarse y de ahí me pregunté: ¿el mismo efecto se producirá en nuestro estómago?. Al cabo de un rato, con la modorra propia de la siesta laboral de un viernes de calor y vientito norte sentí un cosquilleo a la altura de la panza. Sin mayor despabile me pasé la mano y sentí algo raro, bajé la vista y ahí me ví las entrañas mismas, el bazo, las tripas, no entendía nada. Mi cuerpo (chomba de piqué incluída) parecía el cartón del almuerzo, transparentado por tanto aceite, más nunca me creería que mi consciencia había llegado al punto mismo donde se alcanza la pureza y nos hacemos cristalinos. Sin salir del sobresalto sentí un chiflido. Mi compañero de oficina, se cagaba de risa al tiempo que acercaba su celular a mis ojos. Ahí estaba, yo mismo –fotito mediante-, sentado, codos apoyados en el escritorio, mentón sostenido, ojos cerrados. Es al pedo, pero eso de transparentarse mi cuerpo no me lo creía ni yo, sin embargo en la modorra siestera ¿qué mejor que ensoñarme con esa imagen?. Ahora sí al baño, el cosquilleo existe, pero no es de transparencia, sino más bien dolencia.

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